Pues bien veamos, en general al escuchar música nuestro cerebro genera conexiones neuronales de manera mucho más rápida que con otras actividades cotidianas. A su vez produce dopamina que es la sustancia generadora de placer por excelencia.

Es por estos dos factores que la música tiene un efecto directo en nuestro estado de ánimo.

Llevada a la práctica de ejercicio, la música que escuchamos puede llegar a tener un gran efecto en nuestro entrenamiento.

Cuando realizamos actividades aeróbicas la música consigue motivarnos gracias al ritmo, también consigue que desconectemos de la actividad que estamos realizando haciendo la rutina mucho más liviana y entretenida. La secreción de dopamina que provoca escuchar música produce un efecto anestésico que permite reducir el dolor o la fatiga del entrenamiento facilitando su ejecución.

La música también influye en el desarrollo de nuestra rutina anaeróbica. Se produce el mismo efecto positivo que en el caso anterior, pero en este caso se refleja en un aumento de repeticiones.

Un ritmo adecuado puede incluso ayudarnos a marcar las repeticiones de las series al compás de la música. Pero  debes tener cuidado con el exceso de motivación y el volumen excesivo. No pierdas la concentración en el ejercicio que estés realizando o puede que termines ejecutándolo mal aumentando el riesgo de lesión.